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Irene Anguita

Córdoba, 1997

Enfrentarnos a la pintura de Irene nos suscita incógnitas y misterio, desde la intensidad de una práctica que va evolucionando. Su pintura es una herramienta para investigar su contexto, lo que la rodea; su lenguaje se compone tanto de factores conceptuales –metafísicos incluso– como de elementos tangibles, lo que conforma su técnica y que la une a la materia; nos atrevemos a decir que en lo matérico es donde ha encontrado el terreno fértil para seguir enfrentándose a su obra desde el lugar más honesto posible.

Irene –como otros de sus contemporáneos– ha dejado de pintar bajo la dualidad usual de lo figurativo vs. lo abstracto. Desde nuestra perspectiva, esa decisión de no establecerse en un único ‘estilo’ tiene que ver con una voluntad innata de riesgo. ¿Cuál es la necesidad de pintar hoy en día? Para la artista es algo inevitable, pero para nosotros, los que miramos, la necesidad sigue estando apuntalada en el peligro. Si todos estamos preocupados (u ocupados en el mejor de los casos) por los mismos problemas, la manera de encontrar soluciones distintas será a través de los riesgos que tomemos a la hora de querer resolverlos –la pintura de Irene funciona así y desde ese lugar.

La pintura de Irene se encuentra en ese magnífico y delicado momento en el que habiendo transitado una juventud extenuante, ahora comienza otra parte del camino donde la experiencia se traduce en gestos, colores y composiciones igualmente osadas, pero más cargadas de sabiduría.

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