Aquelarre
Exposición individual de Marina Roca Díe
Aquelarre
Exposición individual de Marina Roca Díe
19 julio 2022 - 22 agosto 2021
Créditos
Elena Feduchi
La pintura como brujería
La pintora como bruja
El óleo como medio sacrificial
Aquelarre es una serie de obras realizadas entre 2017 y 2019, exhibidas por primera vez en esta exposición. La serie se compone de obras en papel – lápiz, óleo y sanguina – y óleos sobre lienzo, y tienen como sujeto a las brujas. La bruja juega un papel importante en el trabajo de Marina, por lo que supone simbólicamente y también por cómo se ha utilizado a lo largo de la historia –incluyendo la historia del arte– para darle un icono a lo oscuro, lo diferente. Hoy en día, alejados como estamos de una sociedad regida por lo religioso, podemos seguir expresando el miedo a lo desconocido a través de estas mujeres que más allá de haber tenido o no poderes ocultos, representaron el terror de la sociedad a lo que no puede controlar pero sobre todo, entender. En estas obras es importante hacer una distinción entre el singular y el plural, porque hablamos de conjuros que son posibles a través de una comunidad: las brujas.
El arte tiene la capacidad – mágica o sobrenatural – de ser un espejo para la humanidad; si Goya utilizó a las brujas para disimular sus propios miedos, Marina los utiliza para expresar lo que hoy en día es absurdo como lo era también durante la inquisición. A través del feminismo, la filosofía y en parte muy importante el psicoanálisis, las brujas de Aquelarre pueden contarnos historias de hace siglos y que vuelven a repetirse hoy mismo y aquí. Desde esta perspectiva es muy probable que no sea la pintora la verdadera autora, sino solamente un médium. Por otro lado, la pintura siempre resulta una especie de conjuro que deviene en cada uno que la mira, no termina de realizarse hasta que no conseguimos comulgar con ella, autor y espectador.
La obra de Marina investiga el cuerpo, sus formas carnales y simbólicas – de ese interés que se valga de los intersticios entre la figura y su desaparición. Como varios pintores de su generación, la distinción entre figurativo y abstracto es estéril para entender su obra, esas distinciones no son el final sino solamente los medios. Estos cuerpos que vemos no tienen definición, roban elementos de la tradición para empastarse en movimientos extáticos que la artista intenta imitar al enfrentarse al lienzo. La violencia y el gozo del movimiento, el éxtasis del aquelarre y su traslación de la mano al lienzo.
El arte tiene la capacidad – mágica o sobrenatural – de ser un espejo para la humanidad; si Goya utilizó a las brujas para disimular sus propios miedos, Marina los utiliza para expresar lo que hoy en día es absurdo como lo era también durante la inquisición. A través del feminismo, la filosofía y en parte muy importante el psicoanálisis, las brujas de Aquelarre pueden contarnos historias de hace siglos y que vuelven a repetirse hoy mismo y aquí. Desde esta perspectiva es muy probable que no sea la pintora la verdadera autora, sino solamente un médium. Por otro lado, la pintura siempre resulta una especie de conjuro que deviene en cada uno que la mira, no termina de realizarse hasta que no conseguimos comulgar con ella, autor y espectador.
La obra de Marina investiga el cuerpo, sus formas carnales y simbólicas – de ese interés que se valga de los intersticios entre la figura y su desaparición. Como varios pintores de su generación, la distinción entre figurativo y abstracto es estéril para entender su obra, esas distinciones no son el final sino solamente los medios. Estos cuerpos que vemos no tienen definición, roban elementos de la tradición para empastarse en movimientos extáticos que la artista intenta imitar al enfrentarse al lienzo. La violencia y el gozo del movimiento, el éxtasis del aquelarre y su traslación de la mano al lienzo.