Love theme
Exposición individual de Juaki Pesudo
Love theme
Exposición individual de Juaki Pesudo
1 marzo - 5 abril 2024
Créditos
Emmanuel Álvarez Sánchez
Goro Studio
El sonido más humano
Hace años hubo un ángel que retó al sol. Levantó sus alas y echó a volar en el cielo, encontró un claro entre dos nubes y allí mismo le gritó: —¡Tú, gran astro…!—. Arrogante y enfadada, la estrella le devolvió la mirada y el ángel abatido cayó al mundo condenado a vivir a través de la luz y los rayos del sol, pues ese era el castigo que el astro quiso por su traición.
Durante tres días y tres noches el ángel desnudo durmió sobre la tierra, pero el rumor de un sonido, hasta entonces desconocido, le despertó. Sin alas y sin voz se encontró en mitad de una ciudad, al fondo de un callejón, rodeado de todo tipo de animales sin dueño. Asustado, sintió su espalda desnuda y maldijo al sol por haberle cortado las alas. Por primera vez en su vida utilizó sus piernas y corrió, corrió sin rumbo en busca de sombra, huyendo de aquella imperturbable mirada redonda que dominaba el cielo.
Esperó a la noche, cuando las calles despertaron de su letargo diurno, y la ciudad se convirtió en su compañera. Con la oscuridad, los edificios se encendían en miles de ojos amarillos que iluminaban la penumbra de aquel asfalto nocturno. Un asfalto que jamás pensó el ángel pudiera ser tan agradable. Y allí, entre las sombras, sintió por fin algo de paz. A su alrededor las ruedas de los coches giraban, y sus destellos las convirtieron en ojos que derrapaban. Miró hacia arriba, donde las estrellas también resplandecían, y el cielo se soltó del universo cayendo como una dulce sábana.
Entonces el ángel se durmió, y aquel sueño le trajo imágenes de una vida pasada donde había un trono, cuatro seres alados y nubes. Se hubiera quedado para siempre en aquel lugar de su memoria, sin embargo, otra vez, ese sonido le desveló. Quiso volver al sueño pero el ruido le intrigaba demasiado, era un ritmo al que no estaba acostumbrado y se asustó. Se asustó y se levantó y se agarró el pecho, pues de allí provenía este sonido nuevo. Miró a un lado y a otro, hacia abajo y hacia arriba, pidió ayuda a la luna, y de pronto un suceso mágico ocurrió: la ciudad se abría y cerraba al compás de aquel sonido y los animales y el cielo y las estrellas también palpitaban al son. Todos los seres celestes aparecieron ante aquel acontecimiento extraño. El viento desplegó sus alas creando formas en el aire, que lo abrazaban. Y los ángeles rodearon con ternura el cuerpo de aquel muchacho que había descubierto su flamante corazón.
En mitad de ese círculo alado, el ángel comenzó a llorar por aquella mera emoción humana que experimentó al sentirse querido.
Durante tres días y tres noches el ángel desnudo durmió sobre la tierra, pero el rumor de un sonido, hasta entonces desconocido, le despertó. Sin alas y sin voz se encontró en mitad de una ciudad, al fondo de un callejón, rodeado de todo tipo de animales sin dueño. Asustado, sintió su espalda desnuda y maldijo al sol por haberle cortado las alas. Por primera vez en su vida utilizó sus piernas y corrió, corrió sin rumbo en busca de sombra, huyendo de aquella imperturbable mirada redonda que dominaba el cielo.
Esperó a la noche, cuando las calles despertaron de su letargo diurno, y la ciudad se convirtió en su compañera. Con la oscuridad, los edificios se encendían en miles de ojos amarillos que iluminaban la penumbra de aquel asfalto nocturno. Un asfalto que jamás pensó el ángel pudiera ser tan agradable. Y allí, entre las sombras, sintió por fin algo de paz. A su alrededor las ruedas de los coches giraban, y sus destellos las convirtieron en ojos que derrapaban. Miró hacia arriba, donde las estrellas también resplandecían, y el cielo se soltó del universo cayendo como una dulce sábana.
Entonces el ángel se durmió, y aquel sueño le trajo imágenes de una vida pasada donde había un trono, cuatro seres alados y nubes. Se hubiera quedado para siempre en aquel lugar de su memoria, sin embargo, otra vez, ese sonido le desveló. Quiso volver al sueño pero el ruido le intrigaba demasiado, era un ritmo al que no estaba acostumbrado y se asustó. Se asustó y se levantó y se agarró el pecho, pues de allí provenía este sonido nuevo. Miró a un lado y a otro, hacia abajo y hacia arriba, pidió ayuda a la luna, y de pronto un suceso mágico ocurrió: la ciudad se abría y cerraba al compás de aquel sonido y los animales y el cielo y las estrellas también palpitaban al son. Todos los seres celestes aparecieron ante aquel acontecimiento extraño. El viento desplegó sus alas creando formas en el aire, que lo abrazaban. Y los ángeles rodearon con ternura el cuerpo de aquel muchacho que había descubierto su flamante corazón.
En mitad de ese círculo alado, el ángel comenzó a llorar por aquella mera emoción humana que experimentó al sentirse querido.